4° MÓDULO EJA

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VIAJE A LA ISLA MAGICA


En un océano muy lejano hay una isla muy pequeñita la cual no ha visto barco alguno. Cuentan que allí viven unos seres diminutos que tienen alas. También dicen que la isla es mágica, allí las flores y los árboles le hablan a uno, el río canta con mucho talento, y hasta la luna se ríe a carcajadas cuando los simpáticos habitantes cuentan chistes. Cada día nuestros simpáticos amiguitos celebran un sorteo. Un gran cofre contiene el nombre de todos los niños del mundo. Uno de ellos será el elegido para pasar unas horas en la isla. Sólo hay dos condiciones, el niño deberá estar dormido en el momento de ir a buscarlo y además tendrá que haber sido muy bueno durante el día. El protagonista de nuestra historia dormía profundamente cuando un grupo de seres alados entraron en su dormitorio y se lo llevaron volando por encima de los tejados. Al llegar a la isla el niño despertó en medio de una gran fiesta celebrada en su honor. Dulces frutas que no conocía, pasteles adornados con flores y zumos suaves eran expuestos encima de una gran mesa esperando a ser comidos. Después del banquete el niño fue llevado de excursión por toda la isla teniendo la oportunidad de escuchar el canto del río mágico. También visitó un campo de gigantes flores silvestres que tenían cosquillas y se reían cuando las tocaban. Se lo pasó tan bien nuestro amigo que cuando llegó la hora de irse quiso saber si podría volver otro día. "Tú sólo tienes que portarte bien y quien sabe, es cuestión de suerte” le respondieron. Al despertar el niño al día siguiente vio la cara sonriente de su mamá. "¿Qué tal has dormido, cariño?" "muy bien mamá, he tenido un sueño tan hermoso". El hijo relató lo que él creía que era un sueño a su madre. Ella le asía las manos mientras hablaba y de repente le dijo "hum, hueles a flores silvestres". Sólo entonces el niño dudó que hubiera sido un sueño.

Nuria Roch Royo
 

 

 

 

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EL ZORRO Y EL CABALLO

 

Cuento de los Hermanos Grimm
EL ZORRO Y EL CABALLO
Un granjero tenía un Caballo leal que se había hecho viejo y ya no podía trabajar. Así que su dueño no le dio más de comer y le dijo:
- Ya no te puedo utilizar más, pero todavía te quiero, si pruebas ser lo bastante fuerte como para traerme un León, te cuidaré. Pero ahora vete de mi establo. -
Y así lo hecho a campo abierto. EL Caballo estaba triste, y fue al bosque para conseguir un poco de refugio contra las inclemencias del tiempo. Entonces el Zorro se encontró con él y le dijo:
- ¿Por qué estás tan cabizbajo y sólo? -
- ¡Ay de mí! - respondió el Caballo - Avaricia y fidelidad no pueden vivir bajo el mismo techo. Mi amo ha olvidado los servicios que le he prestado durante tantos años, y como ya no puedo empujar la rueda, no me alimentará más y me ha echado. -
- ¿Sin darte opción? - preguntó el Zorro.
- La opción era peor. - dijo él - Si fuera lo bastante fuerte para traerle un León, me cuidaría. Pero bien sabe que no puedo hacerlo. -
El Zorro dijo: - Te ayudaré, limítate a tumbarte, a estirarte como si estuvieses muerto, y no te muevas. -
El Caballo hizo lo que el Zorro dijo y el Zorro fue ver al León, cuya guarida no estaba lejos, y le dijo:
- Un Caballo muerto está tirado ahí fuera, ven conmigo y tendrás un buen almuerzo. -
El León le siguió y cuando los dos estaban junto al Caballo el Zorro dijo: - Después de todo, aquí no estarás cómodo. Te diré lo que haremos, te lo sujetaré por la cola y entonces podrás arrastrarlo hasta la cueva y devorarlo en paz. -
Eso le gustó al León, se tumbó, y para que el Zorro pudiera atarle el Caballo a la cola rápidamente, se quedó muy quieto. Pero el Zorro ató las patas del León con la cola del Caballo y las ató y sujetó tan bien y con tanta fuerza que ninguna fuerza las podría romper. Cuando terminó le dio un golpecito en el hombro y le dijo:
- Tira, Caballo blanco, tira. -
Entonces el Caballo se puso en pie de un salto, y se llevó el León con él. El León empezó a rugir, y rugió tanto que todos los pájaros del bosque salieron volando aterrorizados. Pero el Caballo lo ignoró y lo llevó arrastrándolo por todo el campo hasta la puerta de su dueño. Cuando el dueño vio al León, se puso de mejor humor y le dijo al Caballo:
- Te quedarás conmigo y comerás bien. -
Y le dio de bien de comer hasta que murió.
FIN





texto 3
La araña y la viejecita.
En una casita, en lo alto de una montaña, vivía hace tiempo una viejecita muy buena y cariñosa.
Tenía el pelo blanco y la piel de su cara era tan clara como los rayos del sol.
Estaba muy sola y un poco triste, porque nadie iba a visitarla.
Lo único que poseía era un viejo baúl y la compañía de una arañita muy trabajadora, que siempre le acompañaba cuando tejía y hacía labores.
La pequeña araña, conocía muy bien cuando la viejecita era feliz y cuando no.
Desde muy pequeña la observaba y había aprendido tanto de ella que pensó que sería buena idea intentar que bajara al pueblo para hablar con los demás. Así aprenderían todo lo que ella podía enseñarles.
Ella les enseñaría a ser valientes cuando estén solos, a ser fuertes para vencer los problemas de cada día y algo muy, muy importante a crear ilusiones, sueños, fantasías.
Las horas pasaban junto a la chimenea y las dos se entretenían bordando y haciendo punto.
La viejecita, apenas podías sostener las madejas y los hilos en sus brazos.
¡Qué cansada me siento!, ¡Me pesan mucho estas agujas!. Decía la ancianita.
La arañita, la mimaba y la sonreía.
Un día, la araña, pensó que ya había llegado el momento de poner en práctica su idea.
¿Sabes, lo que haremos?. ¡Iremos al mercado a vender nuestras labores!. ¡Así, ganaremos dinero y podremos ver a otras personas y hablar con ellas!.
La anciana no estaba muy convencida.
¡Hace mucho tiempo que no hablo con nadie!. Dijo: la anciana.
¿Crees que puede importarle a alguien lo que yo le diga?.
¡Claro que sí!. ¡Verás como nos divertimos!.
Se pusieron en marcha, bajaron despacito, como el que no quiere perder ni un minuto de la vida.
Iban admirando el paisaje, los árboles, las flores y los pequeños animalitos que veían por el camino.
Llegaron al mercado y extendieron sus bordados sobre una gran mesa.
Todo el mundo se paraba a mirarlos. ¡Eran tan bonitos!.
La gente les compró todo lo que llevaban. ¡Además hicieron buenos amigos!.
Enseguida, los demás, se dieron cuenta de la gran persona que era la viejecita y le pedían consejo sobre sus problemillas.
Al principio, le daba un poco de vergüenza que todo el mundo, la preguntara cosas. Pero poco a poco descubrió el gran valor que tienen las palabras y cómo muchas veces una palabra ayuda a superar las tristezas.
Palabras llenas de cariño como:
¡Animo, adelante, puedes conseguirlo!. ¡Confía en ti, cree en ti!.
Ella también aprendió ese día, que las cosas que sentimos en el corazón, debemos sacarlas fuera, quizá los otros puedan aprovecharlas para su vida.
La arañita le decía a la anciana: ¡Deja volar tus sentimientos, se alegre, espontánea, ofrece siempre lo mejor de ti!.
La viejecita y la araña partieron hacia su casita de la montaña.
Siguieron haciendo bordados y bordados.
Trabajaban mucho y cuando llegaba la noche la araña se iba a su rinconcito a dormir. La anciana se despedía de ella y le decía: ¡Gracias por ser mi amiga!.
¡Un amigo, es más valioso que joyas y riquezas, llora y ríe contigo y también sueña!.
Mientras sentía estos pensamientos, la viejecita se iba quedando dormida, sus ojos cansados se cerraron y la paz brilló en su cara.
La luna les acompañaba e iluminaba la pequeña casita y nunca, nunca estaban solas. Más allá, muy lejos, sus seres queridos velaban sus sueños.



texto 2
A veces la amistad es suficiente.

Autor: Jaime David Guardado López. (Grey Wolf Writer.)
A veces la amistad es suficiente.
De pronto enfermaste y no supe porque. Yo era tu protector y falle. Desde el principio debí protegerte y no se como esto empezó. Desde que naciste estuve a tu lado. En las buenas y las malas te acompañe, aunque nunca lo supiste. Aunque a veces creo que lo sospechaste y que de alguna manera te enteraste. Ahora yaces en cama, enferma. Sintiendo tu vida escapar de tu ser. Los médicos no saben que tienes. Yo tampoco y por eso mi desesperación. La luz de tu vida se apaga. Tus fuerzas parecen escapar de tí. Te han hecho estudios de todo y nadie explica ni dice lo que quiero saber. ¿Qué tienes? ¿Y si vas a estar bien?
He hecho todo lo que puedo, todo lo que esta a mi alcance. Tome mi poder y esperanza y la transforme en fuerza y te la di. La fuerza que te di escapo y se esfumo, tu cuerpo no la retuvo. Es como si tu misma la hubieras rechazado. Brille y con mi luz tu cuerpo bañe. Con luz y esperanza te envolví, para devolverle la chispa a tu vida. Pero aunque brille y brille durante días, no restaure tu luz. Fue como si me hubieras ignorado todo ese tiempo y mi luz nunca te hubiera alcanzado.
"¿Acaso no hay cura? "
Y fue entonces cuando rece. Rece como hacías tu hace tiempo. Antes de enfermar. Puse mis rezos y deseos, las bañe con luz, esperanza y fe y las lance al cielo en forma de estrella. Ve, ve mi dulce estrella ve y llega a tu destino y tu camino no pierdas, dije. Y mi estrella se marcho y ascendió a los cielos.
Esa noche como todas desde que enfermaste estuve a tu lado. Y la respuesta llego. En forma de una blanca y radiante paloma. Tan radiante que parecía hecha de luz. Y ella me dio la respuesta y por fin comprendí que pasaba. La había protegido del mal, pero no de todo los males. Sin haberme dado cuenta deje que tu misma te dejaras morir. Estabas triste y me fije, más tu llanto no escuche y por lo tanto sola te deje. Y la paloma me lo dijo y yo le pregunte: ¿Qué puedo hacer?
Y ella me dijo: ¿A veces con la amistad es suficiente? y se marcho a lo cielos. Al ver al espíritu que purifica el alma comprendí. Siempre fui tu protector más nunca fui tu amigo. Nunca te di la compañía que necesitabas después de que tu madre murió en un accidente, lejos de mi protección ya que mi deber era estar contigo. Su ángel no la protegió, tal vez, porque sabia que era su momento. Y después tu padre no se pudo ocupar de ti. No supo como ser padre y madre al mismo tiempo y con los recursos que contaba te dio una niñera. Una niñera a la que nunca le importaste y aun ahora no tiene tiempo ni cariño para ti. Tu padre y tu niñera te dieron seguridad pero nunca más el amor, el cariño y el tiempo suficiente para ti.
Y yo con sólo dedicarme a protegerte nunca cumplí enteramente con mi misión. Me acerque, me arrodille ante ti. Vi tu tierno rostro. Dulce niña de 6 años. Bella dulzura que enterneces mi corazón. Y con lagrimas en mis ojos, te bese en la mejilla y te pedí perdón. Y luego dije. "¡Quiero ser tu amigo!"
Y te abrace y con mis alas te cubrí y así estuve sin dejarte un sólo momento. De pronto lo pude sentir. Y también lo vi. Tus ojos abriste y sonreíste. Y sentí crecer algo en mi. Y la luz de tu alma y la mía volvieron a brillar. Y tu me preguntaste: "¿Quién eres? Y yo te dije: "Un amigo y nunca te abandonare" y con lagrimas de alegría en mis ojos y una sonrisa en tu cara y beso en la mejilla te di. Y de pronto sabía que estarías bien y yo también. Y que por siempre sería yo su ángel de la guarda y un amigo para toda la eternidad.
FIN

 

 

 

texto 1

El árbol mágico

 

En el centro de una placita, en el pueblo, había un precioso árbol. El árbol tenía ramas muy largas para los costados y también para arriba. Parecía un poquito unos brazos locos que invitaban a los niños a subirse a él.
Pero el árbol, que ya era muy viejito, porque tenía 103 años, estaba un poquito triste. Resultaba ser, que de tan abuelito que era, de tan tan pero requete tan gordo que estaba - Había bebido mucha lluvia decían - , le pusieron una cerca a su alrededor...con un cartel. Pero como el no sabía leer... Estaba más y más triste porque era un abuelito sin la alegría de sus chiquitos.
Un día escuchó el árbol - porque saben oír muy bien ellos, eh! - que alguien leía el cartelito: - Árbol centenario. Monumento histórico nacional. Plantado por.....
Pero al árbol no le interesaba nada esas cosas, el quería oír risas y sentir cómo se trepaban los chicos... oir los secretos que le contaban... pero no le gustaba nada cuando las personas grandes le hacían daño, escribiéndolo o rompiéndolo.
Tanto tiempo había pasado... que el árbol ya se había cansado de esperar.
Cuando esa tarde de primavera, un chiquito, de unos 10 años, pasó la cerca! Qué contento se puso el árbol...! Tanto, que escuchen bien lo que pasó:
El chiquito fue a buscar a otro amigo para no estar tan solito. Treparon a una rama que iba para el costado del sol y se quedaron recostados contándose cosas... pequeños secretos de cosas que les gustaría hacer.
El árbol escuchaba todo y se reía con sus hojas alegres. Entonces pensó que sería una linda idea hacer un poquito de magia.
El chiquito que primero había trepado se llamaba Guillermo, el otro Agustín. Guillermo le contó a Agustín que él quería poder ganar muchas veces a las bolitas para que Jorge no se riera más de é en el colegio, y así Carlota se haría su amiga.
Al día siguiente misteriosamente, Guillermo ganó en todos los recreos a las bolitas y Carlota le dijo que lo había hecho muy bien y le regaló una bolita preciosa. Guillermo estaba muy contento y guardó esa bolita como "la bolita de la buena suerte"
Esa misma tarde, después del cole, fue saltando y cantando de alegría al árbol, a encontrarse con Agustín y le contó todo lo que pasó.
Así, el árbol escuchó todo y estaba muy feliz, ahora se reía muy fuerte con sus ramitas y sus hojas... - La magia funcionó! se dijo el árbol.
Agustín también le contó lo que quería hacer con muchas ganas y fue así como el árbol abuelito se convirtió en el ÁRBOL MÁGICO, el que concedía los sueños.